La cultura del esfuerzo se debate entre la calificación de inexistente para la izquierda adocenada a la que dicen no le ha interesado más que el artisteo y la diversión y la derecha pavo realista de colegios de pago y prestigio pasean las plumas en las que dicen la sabiduría brilla por su ausencia.
La vara de medir el esfuerzo no tienen en cuenta incentivos, sacrificios y circunstancias variopintas. Al contrario y sobre todo, castiga la ausencia de ganas de vivir una vida estandarizada. Esa en la que de los veinte a los treinta estudias una carrera y haces vida de estudiante. De los treinta a los cuarenta, te compras un piso y un coche, te casas procreas y a poder ser compras un perro que redondee esa bonita estampa familiar en la que ambos progenitores trabajan de sol a sol para mantener incorrupta la fotografía y son conscientes de los estirones de sus vástagos porque como los ven tan poco pueden notar como crecen, físicamente al menos. De los cuarenta a los cincuenta te divorcias y tratas de regresar sin aquellas fuerzas al "mundo feliz" de antes de los treinta con las responsabilidades de antes de los cuarenta. De los cincuenta a los sesenta ¿te reencuentras?, ¿te arrepientes?, ¿te despiertas de tres décadas "polidirigidas"?.
Décadas de eternas horas improductivas, muchas de ellas desgastando personas en una empresa que jamás sentirán como propia porque les ignora y el sentimiento se vuelve recíproco.
El hecho de seguir estudiando pasada la treintena es una vergüenza que ocultar. Los motivos son tan poco aceptables....: no haber podido hacerlo antes por circunstancias económicas, familiares o ambas, querer tener una cierta tutorización en el aprendizaje de un campo en concreto, tratar de alcanzar una mejor posición laboral, imposible de lograr sin un papelito llamado titulo entre los dientes, ignorando eso si, años de experiencia.
Esas motivaciones se vuelven tabú si se deben a las ganas de buscar nuevos horizontes, al hecho de tener la inquietud de aprender porque eso supone felicidad, a querer pasar la segunda parte de la vida laboral disfrutando del trabajo que se realiza sin el yugo de la producción, los horarios, los beneficios netos y brutos.
La cultura del esfuerzo no se enseña ni se incentiva porque está mal vista, es peligrosa y conduce al ostracismo y al sufrimiento a menos que:
a) seas deportista de élite.
b) ganes grandes sumas de dinero con ello.
Si no atiende a una de estas razones es muy difícil explicar un por qué.
¿Para que esforzarse? Ellos supone salir del camino marcado, la inseguridad, la soledad social o eso se nos hace creer, para eso se nos educa. Nadie explica la feliz locura transitoria que produce la inspiración, la sensación física de indescriptible dicha que sucede a la resolución de un problema difícil o la plenitud que embarga tras una conversación inteligente, agradable y serena o un apasionado debate en el que queda el poso de saber un poco de como funciona el mundo y algunas posibles mejoras que aportar.
Dicen que en la ignorancia está la felicidad. Pienso que en la ignorancia está la ausencia de esfuerzo y la cobardía que impide buscar nuevos caminos.