El antiamericanismo alimentado por
situaciones pasadas está más en boga que nunca después de la amenaza de una
intervención armada en Siria tras el ataque con armas químicas del 21 de agosto
de 2013. No falta quien una vez más proclame el inmerecimiento del premio Nobel
de la Paz al actual presidente Barack Obama. El recuerdo de como Collin Powell
engañó a Naciones Unidas y a toda la Sociedad Internacional para justificar la
intervención en Irak está en todas las conciencias.
La realidad es que desde que se lanzó la
amenaza de una intervención militar, sin ningún tipo de precisión en cuanto a
táctica, medios y objetivos tras los ataques con armamento químico, los
mecanismos diplomáticos se han puesto en marcha. Una amenaza de Estados Unidos
con sus precedentes es tan temible como creible por mucho que no se concrete.
En la
guerra civil Siria, como en todos los conflictos, el respeto por el derecho
internacional humanitario ha sido mínimo. El Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas ha tratado en varias ocasiones de llegar a alguna resolución que ayude a
controlar la situación en Siria. Rusia y China han vetado un acuerdo
sistemáticamente. Kofi Annan, el negociador que inicialmente envió la ONU para
tratar de acercar posiciones, desistió ante el enquistamiento de las partes.
Brahimi le sustituyó y hasta las actuales conversaciones en Ginebra no se había
tenido noticias de que hubiera conseguido ningún tipo de avance.
Rusia, principal proveedor de armamento del
régimen de Bashar Al Asaad, manifestaba
que habían sido los rebeldes quienes habían lanzado el ataque químico cuando
Obama anunció que se intervendría militarmente en Siria si no se frenaba la
matanza. Tras la entrada de personal de Naciones Unidas para verificar si
efectivamente, el ataque con armas químicas había tenido lugar, las voces en
contra de un ataque por parte de Estados Unidos y aquellos que inicialmente les
apoyaban, Reino Unido y Francia, provocaron que toda la comunidad internacional
comenzara a ser consciente de que había que actuar. La prensa internacional
volvía a dar protagonismo a la muerte incesante de civiles sirios, que al convertirse
en costumbre había dejado de interesar.
Desde ese momento parece que todo han sido
sorpresas diplomáticas y no negociación e intención real
de intentar por todos los medios no intervenir militarmente.
El Parlamento Británico rechazaba un apoyo
militar a Estados Unidos sin el apoyo de Naciones Unidas y en Francia se promovía
el debate ante la determinación de Hollande de apoyar a los norteamericanos sin
reservas. Mientras, Naciones Unidas mantenía el silencio y la prudencia
olvidando también la “responsabilidad de proteger” promovida tras la inacción en
Ruanda o Bosnia, consciente de que “los cinco” no llegarían a un acuerdo. Si Rusia
no movía ficha no había nada que hacer por la vía legal.
El tiempo pone todo en su lugar…
Y si algo necesitaba Obama era tiempo. No
necesita ni el apoyo del Congreso, ni como demostró su antecesor, un mandato de
la ONU para intervenir militarmente en Siria. Sin embargo, anunció que llevaría
al Congreso la consulta, retrasando la fecha cuando esta iba a tener lugar y
mientras su jefe diplomático, John Kerry manifestaba en rueda de prensa que
cabía la posibilidad de replantearse el “inminente” ataque (llevaba semanas siendo inminente) si Siria entregaba
el armamento químico que negaba poseer y que Rusia atribuía a los rebeldes.
Obama, del que se esperaba una declaración de guerra en su intervención del
martes 10 de septiembre de 2013, mantenía el suspense y la apertura a la vía
diplomática, con la contudencia de que si está no se producía, habría ataque,
presionando aún más para que se produjera algún tipo de respuesta.
Putin recogió hábilmente el testigo, izándose
como promotor de un acuerdo con el gobierno sirio que aceptaría entregar el
arsenal bajo el control de Naciones Unidas, siempre que el ataque no se
produjera. Ayer leía sorprendida como en algunos medios se promueve ya el Nobel
de la Paz para Vladimir Putin, gobernante de un país paradigma del respeto por
los derechos humanos y que hasta la actualidad ha puesto todos los medios a su
alcance para que se frenara la sangría siria (léase con mucha sorna y no poca tristeza). En fin… La historia tiene estos
giros.
La cumbre del G-20 se celebraba en San Petersburgo a
principios de septiembre de 2013 y tenía programado un encuentro entre Putin y
Obama. Este llevaba meses suspendido por la decisión del gobierno ruso a dar asilo
a Edward Snowden, el joven que denunció al mundo que un programa de espionaje
en el que participaba no hacía distinciones al poner sus ojos sobre los
ciudadanos y que erigido en héroe mundial parecía no ser consciente, ni sus
valedores, que su hazaña podía traer consecuencias diplomáticas más allá de
debate sobre la privacidad de los datos personales.
En esas fechas Putin sostenía que si se
probaba que Al Asaad había empleado armas químicas no descartaba el ataque para
hacer valer el derecho internacional y manifestaba también que no dejaría de
vender armamento a Siria. La cumbre que debería centrarse en temas económicos estuvo
protagonizada por la necesidad de hacer algo en Siria.
El viernes 13 de septiembre de 2013 y antes
de los resultados del equipo enviado para la verificación del empleo de armas
químicas se hagan público el lunes 16, Ban Ki-moon, Secretario General de
Naciones Unidas, manifestaba en rueda de prensa que “Bashar Al Asaad había
cometido muchos crímenes contra la humanidad” y que “el informe acerca del uso
de armas químicas –que el mismo hará público- sería abrumador". Ese mismo día la
prensa internacional se hacía eco de los grandes logros de la diplomacia rusa
que había propiciado que Lavrov y Kerry se sentaran a negociar el fin de la
masacre del mandatario sirio ante el fracaso de la política exterior estadounidense.
De este modo se acepta que Bashar Al Asaad a cometido crímenes por los que ser
juzgado por el tribunal de la Haya. Creo que sobra recordar quienes han sido
sus mayores valedores hasta la actualidad y quienes han impedido su salida del
poder.
Quedan así despejadas las dudas de si se
produjo el uso de armas químicas y quién lanzó el ataque. Tras tres días de
negociaciones en Ginebra, el sábado 14 de septiembre de 2013, John Kerry y Sergey Lavrov aceptaban el
documento presentado por Francia para descartar la vía militar si Al Asaad
entregaba las armas pero dejando abierta la puerta a la aplicación del Capítulo
7 de la Carta de Naciones Unidas que autorizaría el uso de la fuerza si el
Consejo de Seguridad, ahora si, lo determina.
Se ha llegado a publicar que las imágenes de
niños muertos gaseados, y que iniciaron la llamada crisis Siria eran en
realidad niños dormidos que trataban de engañar nuevamente al mundo como se
hizo en el caso del armamento nuclear de Irak.
La población norteamericana rechazaba
mayoritariamente el recurso a la solución militar que ya no se produjo cuando
Siria atacó Turquía en octubre de 2012 y que sería lícito según el artículo 5
del Tratado del Atlántico Norte. Tampoco Obama autorizó el ataque a Libia cuando
el embajador estadounidense en el país fue asesinado en septiembre de 2012.
Ante las declaraciones bélicas de Israel, temeroso de un ataque nuclear de
Irán, Estados Unidos continuó con la política de embargos acordados en Naciones
Unidas. Las amenazas nucleares del mandatario norcoreano tampoco tuvieron
respuesta. Un esfuerzo de imaginación sería suficiente para prever las posibles
consecuencias de una intervención norteamericana en cualquiera de los casos
aludidos en una región más inestable que nunca. Tal vez si cerrara Guantánamo
de una vez por todas, alguien comenzaría a ver a Barack Obama con otros ojos. Los
odios antiimperialistas invitan a dudarlo.
Es de justicia recordar que cuando fue elegido
presidente se le trató poco menos que
como una estrella del rock internacional, siendo su presencia requerida
por todos los países y organizaciones y convirtiéndose en noticia cualquier
detalle nimio sobre su vida o la de su familia. El mundo en ese momento solo
sabía a ciencia cierta, que Obama era el primer presidente negro de Estados
Unidos y que las políticas que anunciaba diferían mucho de las de su antecesor.
Quedaba todo por hacer y ya se le había encumbrado como merecedor de un premio
como defensor de la paz mundial.
El mandato de Obama tiene muchas luces y
muchas sombras, muchas herencias pero, eso merece otro análisis. La posición
norteamericana como primera potencia mundial ante determinados acontecimientos
internacionales es muy discutible pero empiezan a diluirse las dudas de que se
parece muy poco a las de pasadas décadas. Los posibles intereses económicos y
políticos de todas las partes pueden ser, como siempre, los promotores de la
toma de decisiones que consigan que algo cambie o que, como decían los defensores de la no
intervención en Siria “se sigan matando entre ellos”.
Personalmente todo el proceso de negociación
ante la crisis siria, me recuerda mucho a aquella crisis de los misiles cubanos,
aunque la concesión de protagonismo a Rusia ha sido mucho mayor. Poco importa
quién grita más fuerte o si lo que dice hoy en nada se parece a lo dicho ayer,
cuando lo que está en juego son vidas humanas o la paz mundial.
Fotografía de Rodrigo Abd, de la agencia The Associated Press, en Idib (Siria) el 10 de marzo de 2012 con el primer premio en la categoría de "Noticias generales" del certamen World Press Photo. La foto muestra a Aida llorando mientras se recupera de las graves heridas causadas durante un bombardeo por el Ejército sirio en Idib (Siria).
Silvia Brasa. 2013
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