Los Acuerdos
Schengen y el Tratado de Maastricht supusieron un hito histórico en cuanto a la
libre circulación de los ciudadanos miembros de la Unión Europea y otros países
del continente, sin embargo la permeabilidad de la ausencia de aduanas
interiores y las vallas de las fronteras del sur de Europa abren el debate
entre la necesidad de solidaridad con las personas que arriesgan su vida en
busca de porvenir y las medidas de seguridad necesarias para proteger a los
foráneos. Intramuros europeos muchos se plantean desvincularse de Schengen para
levantar la valla burocrática que les proteja de la vulnerabilidad de las del
sur. En
la Europa continental, el libre paso fronterizo fruto del ingente esfuerzo de
unificación europea, se ha normalizado y agilizado hasta el punto de poder
atravesar de oeste a este, desde el Océano Atlántico hasta Ucrania, las
fronteras de ocho países sin encontrar una aduana y sin cambiar de moneda.
Es
significativo el hecho de que los únicos países de Europa que presentan
problemas territoriales son los antiguos imperios coloniales: Francia, Reino
Unido y España. Portugal que tuvo varias posesiones fuera de sus actuales
fronteras, no solo permitió la independencia de todos sus antiguos territorios
sino que además mantiene excelentes relaciones con esos Estados ahora
independientes. El único país que además de controversias territoriales tiene
problemas fronterizos es España.
Las
fronteras interiores quedaron aparentemente resueltas con los Acuerdos
Schengen. A partir de su entrada en vigor comenzaron a desaparecer los
controles aduaneros y la limitación de movimientos de los Schengenlanders. Sin
embargo, las fronteras exteriores continuaron vigentes y han ido actualizando
su regulación y protección demasiado despacio, lo que ha dado lugar a que la
falta de efectividad burocrática se haya traducido en un aumento de los límites
físicos que de poco o nada parecen servir.
España.
La excepción que confirma todas las reglas
España es el
único país europeo y Schengen que mantiene fronteras físicas, para delimitar
las ciudades autónomas Ceuta y Melilla con Marruecos. El sistema de varias
líneas de vallado con distintos tipos de medidas disuasorias constituye en la
actualidad el principal problema fronterizo del Estado español ya que Europa,
tratándose de una de sus fronteras exteriores, poco o nada hace para solucionar
el problema de asaltos masivos de inmigrantes a la valla. Y es que la principal
fuente de disputa en lo que a fronteras se refiere es la inmigración. A pesar
de que desde Schengen se han puesto en marcha varias instituciones judiciales y
policiales de cooperación y que el acuerdo prevé un protocolo de actuación para
aquellos extranjeros no Schengen que entren irregularmente en Europa, la
ineficacia ha sido protagonista a lo largo de estas casi dos décadas.
Es una
realidad que aumentar la altura de una valla o el número de ellas a cruzar, así
como cualquier sistema técnico de vigilancia, no es efectivo en un perímetro
tan amplio ya que como desgraciadamente se ha visto, muchas personas
procedentes del continente africano o de los países en conflicto de Oriente
Medio tratan de llegar a Europa por mar u otros medios. Las vallas de los límites
exteriores separan la tierra prometida para los inmigrantes ilegales, mientras
que la cooperación interfronteriza del espacio Schengen, sigue viéndose
comprometida por acuerdos bilaterales como los que tiene España con sus tres
países vecinos que limitan hasta extremos inverosímiles la protección en lo que
a otras circunstancias ilícitas se refieren, además del paso de “sin papeles”,
como son las persecuciones y vigilancia en caliente. Todavía existe en Europa
la paradoja de que algunos países crean más necesario proteger las fronteras
tanto interiores como exteriores de la inmigración, que reforzar los medios de
seguridad y defensa contra la delincuencia, el terrorismo u otras amenazas que
no supongan un compromiso económico para los Estados como es el caso de la
acogida de inmigrantes.
Las vallas les impiden entrar y de algún modo
encierran a quienes quieren salir pero, no protegen los límites. La Unión
Europea no parece especialmente preocupada por resolver un problema que no es
exclusivo de España, y Marruecos tampoco ayuda en exceso. El debate gira casi
exclusivamente respecto al aumento de medidas disuasorias de carácter agresivo
para que seres humanos no crucen ni por tierra ni por mar, en la masificación
de los centros de acogida para inmigrantes y en la manera de efectuar las
devoluciones a sus países de origen del modo más rápido posible. Se habla poco
o nada de la necesidad de establecer acuerdos con estos países o de promover la
cooperación policial en materia de protección contra la trata de seres humanos
y cuando se menciona es casi es exclusivamente para hablar de lo bien
entrenados que están los que consiguen cruzar demonizando a los supervivientes.
Según Naciones Unidas, España es el tercer país del mundo a donde han llegado
más inmigrantes -seis millones de personas- entre 1990 y 2013. Muchos lo
intentan por mar pero hasta la tragedia de Lampedusa en Italia donde 194
personas dejaron su vida en el Mediterráneo, se había convertido en algo tan
habitual, que no es mas que otra noticia con la que rellenar los noticiarios.
Solo en 2006 casi 40.000 personas llegaron a las costas españolas en los
llamados “cayucos” o barcas hinchables procedentes de África, escapando tanto
del hambre como de las guerras que asolan sus países. Se calcula que en los últimos
diez años el número de personas que han muerto en el océano Atlántico o el mar
Mediterráneo ronde las 15.000.
Muertos sin
nombre que el mar devuelve en ocasiones a la costa y que España, Europa,
esconde en nichos con lápidas en las que solo pondrá la fecha de su aparición y
la inscripción “Inmigrante nº: X”. La salvaguarda de las fronteras es
imprescindible si se trata de proteger a quienes viven a ambos lados de ellas
de quienes pretenden acabar con las vidas también de quienes viven a ambos
lados. En Europa la seguridad de estas fronteras exteriores sirve como excusa
para ignorar que como región defensora de los derechos humanos y paradigma de
la convivencia pacífica, no se está haciendo nada en cuanto a la
“responsabilidad de proteger” de Naciones Unidas que no establece lugar de
procedencia en cuanto a quienes son merecedores de dicha protección. El
problema fronterizo Europeo es mas de carácter humanitario que de seguridad y
defensa pero, solo se centra en solucionar este último.
Según el artículo
13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948: “Toda persona
tiene derecho a salir libremente de cualquier país, inclusive del propio” pero
a día de hoy este artículo sigue siendo ignorado por muchos países que
materializan en la construcción de vallas y muros su desprecio de este derecho.
Los muros que se levantan para proteger también sirven para aislar y esto
constituye un hándicap importante en cuanto a la defensa de la convivencia
pacífica.
Extracto del trabajo "Fronteras. Divisiones físicas, geográficas, legales y políticas del siglo XXI" presentado en las VI Jornadas de Seguridad del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de Madrid en mayo de 2014.
Silvia Brasa
2014