La ausencia de percepción de necesidad lleva
a que la sociedad no contemple un posible cambio de escenario que desestabilice
la convivencia pacífica cotidiana. La sensación de seguridad no confiere así
necesidad de defensa.
Las generaciones posteriores a las dos
grandes guerras convivieron además con la amenaza permanente de que la guerra
fría sufriera un dramático calentamiento. Esta situación hizo posible el creciente desarrollo de la
diplomacia, con el fin de impedir que se produjera un nuevo enfrentamiento
mundial más devastador. La sociedad actual conoce los horrores de la guerra
pero, en su mayoría, no los ha vivido, resultando anacrónicas las causas y
consecuencias de los conflictos de la primera mitad del siglo XX.
Una de los efectos secundarios propios del
intento de no repetir errores pasados fue el nacimiento de un pacifismo
heredado en las conciencias de las presentes generaciones de la sociedad
mundial. Sin embargo, la evolución histórica, tecnológica, política y social,
así como la mutación de las amenazas y el surgimiento de nuevos actores
desestabilizadores del orden establecido, no han supuesto una paralela
adaptación en muchos casos de la filosofía pacifista.
Particularizar en España el pacifismo, toma
una dimensión compleja por el carácter propio de la historia del país, en que
la última gran guerra fue interna. Más de cuarenta años de autoritarismo y la complejidad del cambio de sistema político
posterior han marcado los cambios psicosociológicos que caracterizan a los
españoles.
El pacifismo español, que más bien es un
antimilitarismo surgido de los traumas
propios de la historia reciente, carece en muchos casos de la perspectiva del
cambio de rol de España tras la integración completa en todos los estamentos
internacionales, así como del nuevo papel, que como actores globales le toca
desempeñar.
Aunque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado son las instituciones más valoradas por los españoles, sus funciones, en
especial las de las Fuerzas Armadas situadas en tercer lugar tras la Guardia
Civil y la Policía Nacional, son poco conocidas.
El Ejército español cuya visibilidad
operativa de cara al público, se reduce a la intervención en misiones
exteriores humanitarias y catástrofes naturales internas y externas, ha sido la
institución estatal que mejor y más rápido ha sabido adaptarse al orden
político democrático vigente. Sus actuaciones son muy valoradas tanto por los españoles
como por la comunidad internacional, no solo por su profesionalidad en el
desempeño de sus funciones, sino también por el carácter empático propio del
país que se vuelca sin paliativos ante una situación de desestabilización de
cualquier tipo.
Por desgracia, ese pacifismo mal entendido,
se focaliza en la necesidad de la fuerza armada, imprescindible para el
mantenimiento del orden en determinadas situaciones. Ello revierte los
discursos, enfatizando el carácter ofensivo de la fuerza, ignorando que la
defensa, por su propia naturaleza y con las reglas del juego del derecho
internacional público y humanitario vigente es la verdadera y única función de
los ejércitos modernos.
Formar parte de la Comunidad Internacional
conlleva la seguridad del apoyo mutuo en caso de ruptura del status quo
imperante, pero requiere a su vez la responsabilidad de ser parte activa en el
mantenimiento del orden y la concienciación de que lo que ocurre más allá de
las fronteras del Estado propio, cada vez más difuminadas por el empeño de
crear unidades regionales fuertes, afectan a toda la sociedad internacional. La
globalización ha supuesto entre otras muchas cosas, una movilidad humana hasta
ahora desconocida, que a su vez implica una convivencia multicultural,
multirracial, multiétnica, multiidelógica y multirreligiosa de difícil
asimilación, ya que la mente humana, en primera instancia, suele percibir como
amenaza todo aquello desconoce.
Es utópico e irresponsable presumir que los
nuevos actores del teatro mundial, no deseen la supremacía propia o la
imposición de sus rasgos, que consideran superiores y que la democratización de
valores y principios éticos, aceptan o rechazan en función del grado en que
cumplen con estos. La decisión de la mayoría, propia de los sistemas
democráticos, se ha extrapolado a la de la comunidad internacional global. Como
todas las decisiones, en muchos casos no implican que sean acertadas por más
que se revelen como mayoritarias.
Así, en España, hay una percepción confusa
que lleva a priori, al sentimiento de rechazo cuando se interviene de modo
activo para cumplir con el deber de salvaguardar los derechos derivados de su
papel exterior. En gran medida, esto se debe a que el sistema político parece
negarse a aceptar que la sociedad que surgió con el sistema democrático, tiene
casi cuarenta años y ha madurado. La sobreprotección derivada de la fragilidad
con la que nació la Constitución Española vigente es en parte una de las causas
que pretenden justificar que se ha descuidado una educación ciudadana, de cara
a la asunción de responsabilidades y aceptación de factores sin los cuales no
hubiera sido posible el desarrollo eficaz de la sociedad actual.
Complejos y prejuicios se han ceñido
especialmente en el Ejercito Español que por su pasado de actor principal en
las élites de gobierno, rasgo propio de cualquier sistema autoritario, es
injustamente tratado y valorado como un ente renovado y perfectamente adaptado
que, sin embargo, conserva intactas las características que lo definen: honor,
sacrificio, abnegación y obediencia en beneficio del mantenimiento del orden
estatal establecido. Los rasgos propios de Ejército dificultan en gran medida una mayor
transparencia en sus actuaciones, su carácter disuasorio, imprescindible para
repeler posibles amenazas lo justifican, pero ello no es motivo para que se
considere que la ciudadanía no está preparada para conocer su carácter
funcional.
Una encuesta del CIS que preguntaba acerca de
las profesiones mejor valoradas por los españoles, así como del conocimiento
que se tenía de estas, revelaba que se desconoce mayoritariamente las labores
de un oficial de carrera y que estos eran peor valorados que los efectivos de
tropa profesionales a los que dirigen. Es cuanto menos curioso, que
desconociéndose las funciones del elemento que confiere unidad a un conjunto y
logra su correcto funcionamiento sea peor valorado que cada uno de los
componentes de dicho conjunto cuando unos y otros son imprescindibles. Hoy en
día, la rescatada necesidad del liderazgo como motor director de equipos
eficientes, se mezcla con la defensa de la horizontalidad que rechaza la
necesidad de estructuras piramidales, lo que aún hace más variada la opinión
ciudadana.
Asombra como los “pacifistas” ignoran
conscientemente que salvo errores puntuales el Ejercito ante todo, ha cumplido
de manera eficaz y eficiente los deberes encomendados, a costa de lo que
cualquier ser humano considera el bien más valioso, la propia vida, ensuciando
incluso determinadas acciones o inacciones al atribuirle decisiones meramente
políticas, en las que el Ejército por su propia naturaleza, ni participa ni
discute.
Los Jefes de Estado Mayor y los Generales que
han ocupado los cargos de más relevancia en la administración militar son
personas anónimas para la mayoría de la sociedad y pese a encarnar la responsabilidad
de la seguridad y la defensa del Estado no se han destacado ni por su carácter belicoso
ni por su ideologización, algo que no ocurre en ninguna otra institución estatal ni en todos los países democráticos.
Al contrario, en su mayoría se revelan como defensores de la paz intra y
extraterritorialmente y servidores del pueblo sin reservas. Resulta así más
difícil entender ese pretendido pacifismo, que pugna por una reducción del
presupuesto asignado al Ministerio de Defensa por una simplista comparación con
las dotaciones de otros ministerios que se creen más útiles y necesarios. Es un
sinsentido que nadie alce su voz de manera significativa por el dinero público
empleado en el Ministerio del Interior, cuando las funciones de las Fuerzas y Cuerpos
de Seguridad del Estado son velar en su conjunto por el mantenimiento de la convivencia
pacífica y del normal desarrollo de la vida de los ciudadanos. Tampoco estos
pretendidos pacifistas se rasgan las vestiduras por el presupuesto empleado en el
Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación por más que un fallo en la
diplomacia o un conflicto que afecte a países aliados y amigos que no sea
resuelto en negociaciones pueda desembocar en la necesidad del recurso a las
Fuerzas Armadas.
La utopía de un mundo sin ejércitos, no deja
de ser eso, un pensamiento irrealizable cuando la lucha por los recursos, la
imposición de creencias o las pretensiones territoriales van a seguir
existiendo como modo de vida humano. Lo cierto es que en la actualidad, gran
parte del mundo con sus problemas y carencias convive con la relativa
tranquilidad de la inexistencia de una amenaza inminente de sus vidas
cotidianas. Las instituciones que lo propician son una máquina bien engrasada
cuyas piezas son necesarias e imprescindibles. Cada una cumple una función
específica y en su mayoría suelen ser consideradas de modo justo y racional por
las sociedades que las sostienen y a las que sirven. Al Ejército en cambio, en
España y a aquellos defensores de su necesidad, se le ha etiquetado con
ideologías que rechazan radicalmente y sigue teñido de prejuicios tan injustos
como injustificados. Con la amenaza del terrorismo nacional adormecida pocos
parecen recordar que sus ideales pretendían una independencia territorial de
unos pocos individuos asesinando a miembros de las
instituciones que representan el buen funcionamiento del Estado y a sus compatriotas ciudadanos, ensañándose
especialmente con sus defensores directos. El terrorismo internacional, una
nueva amenaza surgida en el siglo XXI, atenta directamente contra la sociedad
civil que se revelaría indefensa sin nadie que vele por su seguridad, ni sea
capaz de asegurar su defensa.
Por mucho que una de las misiones de las Fuerzas
Armadas sea también la de velar por la integridad territorial, ninguno de sus
miembros se ha revelado ante las pretensiones independentistas de algunos
territorios por tratarse exclusivamente de cuestiones políticas y porque dentro
de la institución militar la ausencia de fisuras en cuanto a su visión de Estado
es absoluta. La sumisión de todo el Ejército a su misión constitucional es
total y aun estando sus miembros cada vez mejor y más formados en absoluto
carecen de criterio y pensamientos propios como seres humanos individuales. No
alzan la voz, tienen por obligación ser un modelo de conducta y sencillamente
trabajan para que todo siga funcionando según las normas a las que están
sometidos pero ello no implica la ausencia de crítica para tratar de mejorar la
institución o la lucha por sus propios derechos.
Complejos y prejuicios llevan a que la
sociedad en muchos casos no valore con el debido respeto que los profesionales
de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que pierden su vida, sus
compañeros, familiares, amigos y una buena parte de la ciudadanía sean conscientes,
de que los caídos en acto de servicio tenían como principal misión, velar
por que la mayoría ni siquiera se cuestione, que se va a despertar cada día con
la cotidianeidad de la ausencia de la amenaza por su propia vida o la del resto
de la sociedad y que incluso, en países lejanos, haya personas dedicadas a
paliar las amenazas que se ciernen sobre millones de seres humanos.
Silvia Brasa. 2013
Tres críticas y un elogio:
ResponderEliminar1ª) Dices que la "necesidad de defensa" no se percibe cuando el clima de convivencia es pacífico. Pues ahí tienes todo un argumento para los que piensan que ese es un objetivo por el que "pelear"; lograr que no haya esa "necesidad de defensa". Por cierto, no escucharás a ningún líder importante (de aquí o de allá...) propugnar la violencia como herramienta para solucionar los conflictos. La comunidad internacional ya ha asumido, cuando menos nominalmente, (salvo actores no estatales que operan bajo otros condicionantes..), que no hay método de resolución de conflictos fuera de las reglas del diálogo y el Derecho Internacional. Yo quiero seguir pensando que algo de convencimiento en ello perdura en esas proclamas.
2ª) Atribuyes al "pacifismo español" la categoría de "antimilitarismo" , anclado en situaciones anteriores al nuevo rol de España. Tienes razón en parte. Pero ese argumento no creo que deba utilizarse para la crítica genérica a los que, con más o menos acierto, piensan que las acciones de los ejércitos no dejan de ser la muestra fehaciente del fracaso de la razón. Creo que pueden coexistir dos ideas en las personas, aparentemente contrapuestas: admitir que se pueden dar situaciones donde la degeneración de la violencia indiscriminada requiere acciones de fuerza, y seguir pensando que hay que hacer todo lo posible para evitar llegar a ese fracaso. Y yo creo que ese debiera ser un rasgo mucho más definido entre los actores principales, y en paralelo, en unas instituciones renovadas que se carguen de legitimidad moral para ejercer esas labores. Pero ese es otro debate.
3ª) Hablas de complejos y prejuicios. Categorías con riesgo, amiga Silvia. Seguramente, muchos de esos "pacifistas utópicos" podrían argumentar de igual forma en relación con tus tesis. Yo no pienso que sea la caracterísitica principal de las incomprensiones hacia el papel de lo militar en la sociedad el que se mantengan ciertos complejos o prejuicios, que no dejan de ser, al fín y al cabo, condicionantes de la personalidad y desconocimiento más completo de las cuestiones criticadas. Yo hablaría más de percepciones poco claras de las verdaderas situaciones en las que se ven involucrados los miembros de los Ejércitos. Y esa labor la debieran de acometer, no las FF.AA exclusivamente, sino la sociedad en su conjunto. Y aquí hilvano el elogio:
Enhorabuena por tu capacidad de transmitir lo que sientes en tu interior. Es elogiable que, sin "complejos", te muestres firme defensora de un colectivo, que con sus luces y sus sombras, debiera ser parte inequívoca de la soberanía ciudadana, alejando de una vez sus errores pasados y acercando sus aportaciones positivas a la sociedad.
Pero claro, esto te lo dice alguien que, a pesar de todo, seguirá pensando que los instrumentos deben ser usados racionalmente, con criterios de funcionalidad, jamás con criterios de sentimientos viscerales , anacrónicos en un mundo que nos empuja a la globalización absoluta, también en lo que se refiere al concepto que nuestro amigo Sorensen llamaba, "comunidad de sentimiento". Si tenemos un instrumento, llamado ejército, usémoslo, si la "necesidad" obliga a ello, pero no nos conformemos con el argumento de la existencia perenne de "necesidades" que obliguen a usarlo.
Querido Rafael:
ResponderEliminarGracias por el comentario y por la crítica. Seguiré el mismo orden de ideas para aclarar las que expones.
Comentas que ningún líder apuesta por la violencia y que salvo actores no estatales todos aceptan las normas. Por desgracia y aunque estoy completamente de acuerdo en que el fin último sería la lucha por la ausencia de necesidad de defensa, no se puede caer en el buenismo, ni en la demonización. Gadaffi, Mubarak, Al Asaad eran/son actores estatales que a pesar de ser escuchados pocos meses antes de su muerte en Naciones Unidas, dándose por hecho su atenencia a las reglas internacionales, se dedicaron a masacrar a su pueblo durante años. Ciñéndome a las situaciones más actuales, y aludiendo a actores no estatales, en Mali son estos los que están desestabilizando la situación y ni están dispuestos a negociar ni a venirse a derecho.
Determinados autoetiquetados pacifistas, no son la generalidad por supuesto, como no lo es ningún pensamiento, ni ideología. No me refería a quienes creemos en la búsqueda de la solución diplomática y a que la guerra no debe ser la continuación de la política por otros medios como decía Clausewitz. Pueden coexistir y coexisten afortunadamente muchas ideas pero es injusto y falaz atribuiles ideas belicistas a quienes trabajan en defensa o ideologías trasnochadas y condenadas por la mayoría de la sociedad. Dudo que nadie tenga la ocupación que tenga, sea feliz luchando contra otros seres humanos que rechazan la fuerza de la razón o sus familias viéndoles ir sin saber si regresaran.
La legitimidad moral o legal de las acciones la respetan o violan los políticos, los militares ni deciden ni intervienen, solo acatan pues ese es su trabajo. Los únicos casos de actuación de manera unilateral que conozco, dejando de lado los mandatos del gobierno central de turno, fueron para hacer todo lo posible por mejorar el bienestar de la población civil a la que protegen invirtiendo tiempo y dinero propios y es que por televisión, solo se enseña lo que quieren que la ciudadanía vea.
Los complejos y prejuicios por desgracia en el colectivo militar se dan por parte de sus propios integrantes y de aquellos que les niegan visibilidad. Algunos "pacifistas utópicos", que en principio debieran de conocer bien al colectivo porque pasan mucho tiempo estudiándolo para hacer cada vez mas crueles sus críticas y dejando cada vez más de lado el rigor y los escrúpulos, nunca se paran a hablar directamente con alguien que ha formado parte de las Fuerzas Armadas y ven a los integrantes del resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como el enemigo, no como servidores del pueblo y mantenedores de la seguridad. Como bien dices, de lo que se trata es de aclarar esas percepciones y eso es lo que intento en el post. Pero, querido amigo, no hay más ciego que el que no quiere ver y determinadas personas buscan el modo de que el prestigio ganado con muchos años y esfuerzo, se liquide en un minuto apelando al más mínimo error. Por desgracia, el colectivo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es uno de los más desconocidos y uno de los que recibe las más duras críticas y sin embargo cuentan con el cariño y apoyo ciudadano de la mayoría. Curiosidades de esta a veces incomprensible pero querida España.
No pretendo ser firme defensora de un colectivo concreto por más que este por conocerlo bien pueda llevarme a la subjetividad, sencillamente trato de exponer una situación y una labor que, bajo mi punto de vista deben tenerse en cuenta y corregirse.
De los curriculos escolares se pretende eliminar las palabras "fuerzas armadas" y pienso que es tan grave como que se les niegue a los bomberos la entrada a los colegios para enseñar a los niños su labor y te aseguro, a los militares se les ha negado, complejos o prejuicios.
El ejército no decide cuando ser utilizado y sus miembros, a quienes le va la vida en ello seguro que estarían de acuerdo en su mayoría en dedicarse a otras tareas porque impera para siempre sin posibilidad de ruptura la paz mundial.