Vientos huracanados de cambio y esperanza para los católicos.
El catolicismo es la segunda religión con
más seguidores en el mundo-1.200 millones- tras el islamismo, que cuenta con más
de 1.600 millones de adeptos. Ambas creencias cuentan con dos diferencias
estructurales fundamentales: la Iglesia Católica tiene un líder personificado
en la figura del Papa, que es a su vez el jefe del Estado Vaticano. Esta es una
excepción política que hace posible la existencia de un microEstado, el país
más pequeño del mundo, con soberanía y competencias plenas dentro de otro Estado, el italiano. Aunque
existen otros cinco microEstados en Europa, ninguno tiene el poder ni la
influencia con la que cuenta la Ciudad del Vaticano. Junto con Irán son las dos
teocracias actualmente existentes en el mundo, aunque a diferencia de la
primera, el Vaticano no cuenta con un Parlamento.
Su existencia data de 1929, fruto de la firma
de los Pactos de Letran y que acaba con la hegemonía del Reino Italiano sobre
los Estados Pontificios conquistados y sometidos desde 1870. El calendario
gregoriano que rige en casi todo el mundo y comienza el recuento con el
nacimiento de Jesús de Nazaret, marca también el inicio del papado en la figura
del apóstol Pedro en el siglo I d. C.
La Iglesia Católica, tras dos milenios de
existencia, ha estado marcada por los cambios propios de la evolución
histórica, controversias y conflictos debido a sus luchas de poder internas y
externas y escándalos de todo tipo pero, su influencia y seguidores no han
dejado de aumentar.
Desde mediados del siglo XX, con el Papa Juan
XXIII el Vaticano comienza a jugar un papel relevante en política internacional
como no ostentaba desde la época de las conquistas y cristianización del siglo
XV. De alguna manera era un modo de redención de la inacción del Papa Pio XII ante el holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial. El Concilio Vaticano II promovido por Juan XXIII supondría el ideario que reactulizaría la Iglesia
Católica admitiendo la necesidad de un cambio que la adaptara a la sociedad de la
época.
Sus predecesores seguirían en esta línea y el
carisma y presencia de Juan Pablo II personificaría la modernización de la
Iglesia. El Papa supo estar a la altura de los cambios políticos mundiales de
las décadas de los ochenta y noventa y
fue un actor activo e influyente. Sin embargo, el final del siglo XX, también
estaría marcado por un profundo cambio en los valores éticos y morales producto
de décadas de guerras, postguerras, guerras frías, globalización y revolución
tecnológica condensadas en cien años.
El laicismo se extendió por Europa a lo largo
del siglo pasado, al punto de que el 75% de los católicos no son europeos. El
continente africano parece ir resistiendo el empuje del islamismo del norte,
sin embargo Sudamérica pierde cada vez más adeptos en beneficio de las iglesias evangelistas.
La institución eclesiástica católica por su
doble vertiente como organización política y religiosa ha sido fuertemente
criticada por ser considerada hipócrita su pugna por el poder y
engrandecimiento material, cuando la doctrina que inspiró al catolicismo es la
descrita en los evangelios, interpretados y reinterpretados al antojo de los
líderes católicos. Cuando uno de los votos de los miembros activos de la
Iglesia es la pobreza, no se entiende la ostentación, ni la lejanía de la
realidad de la sociedad mundial cada vez más estratificada económicamente.
El año de las
sorpresas vaticanas.
El siglo XXI, tras el fallecimiento de Juan
Pablo II, da lugar a dos hechos inéditos que han sorprendido a los fieles
católicos y a todo el globo. La elección de Ratzinger, cardenal fundamentalmente
teólogo y que a lo largo de su papado se alejó paulatinamente de otras confesiones
religiosas, y de la realidad política mundial dio lugar al destape de multitud
de escándalos que desprestigiaban a la institución a pasos agigantados. Su
renuncia al papado, hecho recogido en el derecho canónico pero nunca llevado a
cabo por ningún Papa, que hasta el momento finalizaban su mandato al fallecer,
estaría rodeado de incógnitas y especulaciones por su falta de fortaleza y
determinación para lidiar con el creciente deterioro de la Iglesia y las luchas
internas de la Curia por aumentar su poder y salir indemne de todos los desmanes.
A la despedida de Benedicto XVI, le
continuaría el cónclave que debía designar al nuevo Papa. Aunque muchos
pronosticaban que el pontificado recaería sobre un cardenal sudamericano por
primera vez en la historia y no pocos apostaban por una cada vez más acuciante
necesidad de reforma de la Iglesia, azotada por una profunda crisis de confianza, Jorge Mario Bergoglio latinoamericano y jesuita, no figuraba en ninguna de las
quinielas de los posibles papables.
El camarlengo, tras la fumata blanca, anunciaba
a un nuevo Papa que con el nombre de Francisco I, se presentaba con una cruz de
madera en el pecho, sin oros y rechazando la ampulosidad que rodeaba todos los
rituales de vestimenta o primeras declaraciones tras su nombramiento. “Se acabó
el carnaval” se dice que fueron sus palabras cuando le instaron a calzar los
zapatos rojos característicos del sumo pontífice y vestir la esclavina roja. Desde
primera hora, Francisco I iba a dejar clara su apuesta por la renovación y la
cercanía al pueblo que sellaría con su talante crítico, su actitud alegre y
cercana y su austeridad y sencillez.
En solo seis meses de pontificado la
presencia del nuevo Papa en los medios de comunicación es constante y
permanente por sus declaraciones, que invitan a pensar en una verdadera vuelta a la auténtica fe cristiana, los valores y dogmas que deben regir la Iglesia Católica. La impensable idea de un nuevo Concilio
Universal, se baraja cada vez con menos timidez entre los defensores de los
nuevos vientos que soplan en el Vaticano.
Los sectores más inmovilistas de la Curia, escuchan
en voz de su nuevo jefe, la necesidad de la austeridad y el fin de los escándalos
financieros de las operaciones del Banco Vaticano. Aludiendo al voto de pobreza que no
rige en el poder vaticano y declaraba que “los obispos no pueden tener
psicología de príncipes”.
La tan criticada falta de condena firme y la
evidente necesidad de actuar contra los múltiples casos de pederastia que han
sacudido al catolicismo y a toda la sociedad mundial, ha sido encarada por el
Papa Francisco con una reforma del Código Penal Vaticano.
“El que esté libre
de pecado que tire la primera piedra”
“La iglesia no puede hablar solo del aborto,
los homosexuales y el condón” declaraba Jorge Mario Bergoglio en una entrevista
a Civiltà Catolica en septiembre de 2013.
En el avión que traía de regreso a Francisco
I de las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Río de Janeiro a principios de
septiembre de 2013, respondía durante hora y media a las preguntas de los
periodistas que le acompañaban. Algo inédito en los líderes mundiales actuales,
el Papa respondía sin tapujos a todas las preguntas de los medios. La
necesidad de información, de la comunicación con claridad y sencillez sobre en qué consiste su proyecto como jefe de la Iglesia Católica es algo que
Francisco parece tener presente en todo momento. Cada una de sus declaraciones,
cada homilía, cada ángelus dominical constituye un titular porque las palabras
de Bergoglio son las que la mayoría de los miembros de su Iglesia y buena parte
de la sociedad escandalizada por el anacronismo, la lejanía de las necesidades
sociales actuales, el rechazo rotundo e hipócrita por abordar cuestiones que
parecían tabú deseaba oir. También suponen un motivo de especulaciones sobre hasta que punto la poderosa Curia y sus sectores más conservadores van a aceptar las palabras de su nuevo Papa.
Aunque Francisco se atiene a la postura de la
Iglesia ante el aborto, resulta difícil creer que acepte que una madre muera, aunque el feto fecundado no tenga esperanza alguna de vida y aunque el rechazo
al aborto en el seno de la Iglesia es tajante, cabe la posibilidad de que al
fin se flexibilicen los supuestos extremos que condenan a la muerte a la madre
del no nato.
“¿Quién soy yo para juzgarlos?” se preguntaba
Francisco cuando le interpelaban respecto de su parecer sobre los homosexuales.
Aunque tampoco se ha desmarcado de las pautas eclesiásticas, cabe la
posibilidad de que el nuevo Papa no pueda quedarse impasible sabiendo que en países
como Uganda, Arabia Saudí, Yemen,
Somalia, Nigeria, Irán, Mauritania o Sudán persiguen y condenan a muerte a
homosexuales y lesbianas.
En un mundo donde
el Sida sigue cobrándose la vida de miles de personas anualmente especialmente
en los países menos desarrollados, Ratzinger dejó de condenar el uso del condón
como método de prevención del contagio.
Es harto dudoso que se produzca una aceptación del uso de los métodos
anticonceptivos no naturales, ya que el catolicismo apuesta por la familia, la
sexualidad como forma de reproducción humana y por la vida…
Vida a la que
da a luz una mujer relegada a un segundo plano cuando no al ostracismo por la
Iglesia católica a lo largo de toda su existencia. Ni el papel evangélico de
María, madre de Jesús, como madre y educadora de ese hombre fuente de
fe cristiana ha sido capaz de mitigar la culpa de Eva, promotora del pecado
original. Para los príncipes de la Iglesia, la mujer sirve poco más que para
procrear y aquellas que entregaban su vida a la causa, tampoco han sido
justamente reconocidas. Teresa de Calcuta hizo replantearse muy seriamente a la
curia romana hasta que punto los cristianos católicos eran conscientes del
papel de la mujer. “Es necesario ampliar
los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” declaraba
el Papa en la entrevista a Civiltà Catolica. Hoy mismo Francisco insistía en el tema: “Sufro, y os
digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales
que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de
servicio. Veo mujeres que hacen cosas de servidumbre y no de servicio”. Los rumores del posible nombramiento de una
mujer cardenal crecen.
"La religión tiene el derecho de expresar
sus opiniones pero Dios nos hizo libres en la
creación".
Reconocido como el líder mundial mas influyente en Twitter, cuenta ya con más de ocho millones de seguidores en
la nueva era de redes sociales que tampoco ha descuidado. Lejos
del debate sobre el papel de las religiones en el mundo actual, lo cierto es
que en un momento de incertidumbre mundial en tantos aspectos sociales, el Papa Francisco no deja
indiferente a nadie. Se ha ganado el cariño
y la atención de la comunidad internacional indistintamente de sus creencias.
Es un hecho innegable que
los millones de católicos del planeta cuentan con un nuevo Papa que vive en la
realidad, que no tiene reparos en abordar el nuevo escenario mundial de frente
con cada una de sus palabras. Su cercanía ha hecho que muchos le hayan
rebautizado como el Papa Párroco pues, su claridad parece la de cualquier cura
de parroquia pequeña y sus homilías carecen de la grandilocuencia que se le
supone a un líder mundial espiritual.
Los encargados de su seguridad viven en un vilo
permanente por su indisciplina protocolaría y el Papa Móvil blindado que Juan
Pablo II comenzó a utilizar tras el atentado que casi acaba con su vida en
1982, permanece en el garaje Vaticano desde la renuncia de Benedicto XVI. Alegaba
una "necesidad psiquiátrica" a su empeño de tener cerca a los trabajadores de la Curia, renunciando a vivir en el Palacio Apostólico para ocupar un apartamento en la
Residencia de Santa Marta donde el ascensor reservado para él, permanece
inutilizado porque prefiere el de servicio.
Hoy mismo instaba a “ser cristianos con
obras, no con palabras”. Francisco I apunta maneras de querer ser, ese líder que de ejemplo con sus propias obras que precedan a sus palabras.
Silvia Brasa. 2013
En esta ocasión, estoy al 99% conforme con tu exposición. Solamente un pequeño apunte: el papel de Juan Pablo II no puede explicarse sin hacer mención al corto pero muy intenso periodo de Juan Pablo I. Es un relato aún no del todo conocido (tengo dudas sobre si lo será en alguna ocasión...), pero que dice mucho de algo que sobrevuela tu escrito: la furibunda lucha de poder ideológica que mora entre los sagrados muros vaticanos. También los agnósticos estamos muy alertas a lo que este papa puede aportar a la Humanidad. Su talante incluyente promete dar buenas noticias, pero los hechos serán los que lo corroboren o no.
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