domingo, 13 de octubre de 2013

Francisco I: el Papa párroco."Obras, no palabras"

Vientos huracanados de cambio y esperanza para los católicos.
El catolicismo es la segunda religión con más seguidores  en el mundo-1.200 millones- tras el islamismo, que cuenta con más de 1.600 millones de adeptos. Ambas creencias cuentan con dos diferencias estructurales fundamentales: la Iglesia Católica tiene un líder personificado en la figura del Papa, que es a su vez el jefe del Estado Vaticano. Esta es una excepción política que hace posible la existencia de un microEstado, el país más pequeño del mundo, con soberanía y competencias plenas dentro de otro Estado, el italiano. Aunque existen otros cinco microEstados en Europa, ninguno tiene el poder ni la influencia con la que cuenta la Ciudad del Vaticano. Junto con Irán son las dos teocracias actualmente existentes en el mundo, aunque a diferencia de la primera, el Vaticano no cuenta con un Parlamento.

Su existencia data de 1929, fruto de la firma de los Pactos de Letran y que acaba con la hegemonía del Reino Italiano sobre los Estados Pontificios conquistados y sometidos desde 1870. El calendario gregoriano que rige en casi todo el mundo y comienza el recuento con el nacimiento de Jesús de Nazaret, marca también el inicio del papado en la figura del apóstol Pedro en el siglo I d. C.

La Iglesia Católica, tras dos milenios de existencia, ha estado marcada por los cambios propios de la evolución histórica, controversias y conflictos debido a sus luchas de poder internas y externas y escándalos de todo tipo pero, su influencia y seguidores no han dejado de aumentar.

Desde mediados del siglo XX, con el Papa Juan XXIII el Vaticano comienza a jugar un papel relevante en política internacional como no ostentaba desde la época de las conquistas y cristianización del siglo XV. De alguna manera era un modo de redención de la inacción del Papa Pio XII ante el holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial. El Concilio Vaticano II  promovido por Juan XXIII supondría el ideario que reactulizaría la Iglesia Católica admitiendo la necesidad de un cambio que la adaptara a la sociedad de la época. 

Sus predecesores seguirían en esta línea y el carisma y presencia de Juan Pablo II personificaría la modernización de la Iglesia. El Papa supo estar a la altura de los cambios políticos mundiales de las  décadas de los ochenta y noventa y fue un actor activo e influyente. Sin embargo, el final del siglo XX, también estaría marcado por un profundo cambio en los valores éticos y morales producto de décadas de guerras, postguerras, guerras frías, globalización y revolución tecnológica condensadas en cien años.

El laicismo se extendió por Europa a lo largo del siglo pasado, al punto de que el 75% de los católicos no son europeos. El continente africano parece ir resistiendo el empuje del islamismo del norte, sin embargo Sudamérica pierde cada vez más adeptos en beneficio de las iglesias evangelistas.
La institución eclesiástica católica por su doble vertiente como organización política y religiosa ha sido fuertemente criticada por ser considerada hipócrita su pugna por el poder y engrandecimiento material, cuando la doctrina que inspiró al catolicismo es la descrita en los evangelios, interpretados y reinterpretados al antojo de los líderes católicos. Cuando uno de los votos de los miembros activos de la Iglesia es la pobreza, no se entiende la ostentación, ni la lejanía de la realidad de la sociedad mundial cada vez más estratificada económicamente.

El año de las sorpresas vaticanas.

El siglo XXI, tras el fallecimiento de Juan Pablo II, da lugar a dos hechos inéditos que han sorprendido a los fieles católicos y a todo el globo. La elección de Ratzinger, cardenal fundamentalmente teólogo y que a lo largo de su papado se alejó paulatinamente de otras confesiones religiosas, y de la realidad política mundial dio lugar al destape de multitud de escándalos que desprestigiaban a la institución a pasos agigantados. Su renuncia al papado, hecho recogido en el derecho canónico pero nunca llevado a cabo por ningún Papa, que hasta el momento finalizaban su mandato al fallecer, estaría rodeado de incógnitas y especulaciones por su falta de fortaleza y determinación para lidiar con el creciente deterioro de la Iglesia y las luchas internas de la Curia por aumentar su poder y salir indemne de todos los desmanes.

A la despedida de Benedicto XVI, le continuaría el cónclave que debía designar al nuevo Papa. Aunque muchos pronosticaban que el pontificado recaería sobre un cardenal sudamericano por primera vez en la historia y no pocos apostaban por una cada vez más acuciante necesidad de reforma de la Iglesia, azotada por una profunda crisis de confianza, Jorge Mario Bergoglio latinoamericano y jesuita, no figuraba en ninguna de las quinielas de los posibles papables.

El camarlengo, tras la fumata blanca, anunciaba a un nuevo Papa que con el nombre de Francisco I, se presentaba con una cruz de madera en el pecho, sin oros y rechazando la ampulosidad que rodeaba todos los rituales de vestimenta o primeras declaraciones tras su nombramiento. “Se acabó el carnaval” se dice que fueron sus palabras cuando le instaron a calzar los zapatos rojos característicos del sumo pontífice y vestir la esclavina roja. Desde primera hora, Francisco I iba a dejar clara su apuesta por la renovación y la cercanía al pueblo que sellaría con su talante crítico, su actitud alegre y cercana y su austeridad y sencillez.

En solo seis meses de pontificado la presencia del nuevo Papa en los medios de comunicación es constante y permanente por sus declaraciones, que invitan a pensar en una verdadera vuelta a la auténtica fe cristiana, los valores y dogmas que deben regir la Iglesia Católica. La impensable idea de un nuevo Concilio Universal, se baraja cada vez con menos timidez entre los defensores de los nuevos vientos que soplan en el Vaticano.

Los sectores más inmovilistas de la Curia, escuchan en voz de su nuevo jefe, la necesidad de la austeridad y el fin de los escándalos financieros de las operaciones del Banco Vaticano. Aludiendo al voto de pobreza que no rige en el poder vaticano y declaraba que “los obispos no pueden tener psicología de príncipes”.

La tan criticada falta de condena firme y la evidente necesidad de actuar contra los múltiples casos de pederastia que han sacudido al catolicismo y a toda la sociedad mundial, ha sido encarada por el Papa Francisco con una reforma del Código Penal Vaticano.

“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”

“La iglesia no puede hablar solo del aborto, los homosexuales y el condón” declaraba Jorge Mario Bergoglio en una entrevista a Civiltà Catolica en septiembre de 2013.

En el avión que traía de regreso a Francisco I de las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Río de Janeiro a principios de septiembre de 2013, respondía durante hora y media a las preguntas de los periodistas que le acompañaban. Algo inédito en los líderes mundiales actuales, el Papa respondía sin tapujos a todas las preguntas de los medios. La necesidad de información, de la comunicación con claridad y sencillez sobre en qué consiste su proyecto como jefe de la Iglesia Católica es algo que Francisco parece tener presente en todo momento. Cada una de sus declaraciones, cada homilía, cada ángelus dominical constituye un titular porque las palabras de Bergoglio son las que la mayoría de los miembros de su Iglesia y buena parte de la sociedad escandalizada por el anacronismo, la lejanía de las necesidades sociales actuales, el rechazo rotundo e hipócrita por abordar cuestiones que parecían tabú deseaba oir. También suponen un motivo de especulaciones sobre hasta que punto la poderosa Curia y sus sectores más conservadores van a aceptar las palabras de su nuevo Papa.


Aunque Francisco se atiene a la postura de la Iglesia ante el aborto, resulta difícil creer que acepte que una madre muera, aunque el feto fecundado no tenga esperanza alguna de vida y aunque el rechazo al aborto en el seno de la Iglesia es tajante, cabe la posibilidad de que al fin se flexibilicen los supuestos extremos que condenan a la muerte a la madre del no nato.

“¿Quién soy yo para juzgarlos?” se preguntaba Francisco cuando le interpelaban respecto de su parecer sobre los homosexuales. Aunque tampoco se ha desmarcado de las pautas eclesiásticas, cabe la posibilidad de que el nuevo Papa no pueda quedarse impasible sabiendo que en países como Uganda,  Arabia Saudí, Yemen, Somalia, Nigeria, Irán, Mauritania o Sudán persiguen y condenan a muerte a homosexuales y lesbianas.

En un mundo donde el Sida sigue cobrándose la vida de miles de personas anualmente especialmente en los países menos desarrollados, Ratzinger dejó de condenar el uso del condón como método de prevención del contagio.  Es harto dudoso que se produzca una aceptación del uso de los métodos anticonceptivos no naturales, ya que el catolicismo apuesta por la familia, la sexualidad como forma de reproducción humana y por la vida…

Vida a la que da a luz una mujer relegada a un segundo plano cuando no al ostracismo por la Iglesia católica a lo largo de toda su existencia. Ni el papel evangélico de María, madre de Jesús, como madre y educadora de ese hombre fuente de fe cristiana ha sido capaz de mitigar la culpa de Eva, promotora del pecado original. Para los príncipes de la Iglesia, la mujer sirve poco más que para procrear y aquellas que entregaban su vida a la causa, tampoco han sido justamente reconocidas. Teresa de Calcuta hizo replantearse muy seriamente a la curia romana hasta que punto los cristianos católicos eran conscientes del papel de la mujer. “Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” declaraba el Papa en la entrevista a Civiltà Catolica. Hoy mismo Francisco insistía en el tema: Sufro, y os digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de servicio. Veo mujeres que hacen cosas de servidumbre y no de servicio”.  Los rumores del posible nombramiento de una mujer cardenal crecen.

"La religión tiene el derecho de expresar sus opiniones pero Dios nos hizo libres en la creación".

Reconocido como el líder mundial mas influyente en Twitter, cuenta ya con más de ocho millones de seguidores en la nueva era de redes sociales que tampoco ha descuidado.  Lejos del debate sobre el papel de las religiones en el mundo actual, lo cierto es que en un momento de incertidumbre mundial en tantos aspectos sociales, el Papa Francisco no deja indiferente a nadie. Se ha ganado el cariño y la atención de la comunidad internacional indistintamente de sus creencias. 
Es un hecho innegable que los millones de católicos del planeta cuentan con un nuevo Papa que vive en la realidad, que no tiene reparos en abordar el nuevo escenario mundial de frente con cada una de sus palabras. Su cercanía ha hecho que muchos le hayan rebautizado como el Papa Párroco pues, su claridad parece la de cualquier cura de parroquia pequeña y sus homilías carecen de la grandilocuencia que se le supone a un líder mundial espiritual.

Los encargados de su seguridad viven en un vilo permanente por su indisciplina protocolaría y el Papa Móvil blindado que Juan Pablo II comenzó a utilizar tras el atentado que casi acaba con su vida en 1982, permanece en el garaje Vaticano desde la renuncia de Benedicto XVI. Alegaba una "necesidad psiquiátrica" a su empeño de tener cerca a los trabajadores de la Curia, renunciando a vivir en el Palacio Apostólico para ocupar un apartamento en la Residencia de Santa Marta donde el ascensor reservado para él, permanece inutilizado porque prefiere el de servicio.  


Hoy mismo instaba a “ser cristianos con obras, no con palabras”. Francisco I apunta maneras de querer ser, ese líder que de ejemplo con sus propias obras que precedan a sus palabras.

Silvia Brasa. 2013

1 comentario:

  1. En esta ocasión, estoy al 99% conforme con tu exposición. Solamente un pequeño apunte: el papel de Juan Pablo II no puede explicarse sin hacer mención al corto pero muy intenso periodo de Juan Pablo I. Es un relato aún no del todo conocido (tengo dudas sobre si lo será en alguna ocasión...), pero que dice mucho de algo que sobrevuela tu escrito: la furibunda lucha de poder ideológica que mora entre los sagrados muros vaticanos. También los agnósticos estamos muy alertas a lo que este papa puede aportar a la Humanidad. Su talante incluyente promete dar buenas noticias, pero los hechos serán los que lo corroboren o no.

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