Arcángel Miguel en Maidan, patrón de Kiev |
Obsesión
El comienzo del prometedor siglo XXI ha estado caracterizado por la necesidad de ordenar el mundo. Cada vez que algo lo descoloca parece inevitable situar todos los acontecimientos en un lugar adecuado. Tras las pruebas de ordenamiento fallidas de la primera década, motivadas por el omnipresente 11S, se ha pasado a un "Neonuevo Orden Mundial", caracterizado por un softpower impuesto por la obsesión de ignorar que no todo el mundo desea la paz o se vale de medios de negociación pacíficos para resolver sus conflictos. De este modo, con la hábil promoción de Reino Unido de Catherine Ashton para que inutilizara lo máximo posible la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, se ha ido abandonando paulatinamente el cuidado de las relaciones diplomáticas con los países vecinos. El hecho de que los conflictos se resuelvan solos por obra y gracia de la inacción, parece dogma de fe en la Comunidad Internacional. Rusia además, cuenta con la capacidad de quienes se enfadan primero y y con más fuerza para que aquellos que evitan el enfrentamiento, agachen la cabeza y aguanten el chaparrón con tal de no crear más polémica.
Los ucranianos a pesar de todo, llevan años queriendo acercarse a la Unión Europea con la esperanza de ser un poco más libres del yugo ruso, que tras más de veinte años de independencia después de la caída de la Unión Soviética, sigue siendo un lastre para la evolución del país. Ucrania nunca ha tenido verdadera conciencia de que era el "tesoro de Rusia", especialmente por su posición geográfica, ya que sus líderes han estado siempre manipulados y subordinados al gobierno de Moscú. La alternativa europea tampoco ha sabido conquistar a los eslavos por la falta de un verdadero reconocimiento de ciudadanos de pleno derecho en cualquier parte de la Unión. El Acuerdo de Schengen no solo excluye a Ucrania de iure en cuanto a una circulación de sus ciudadanos más cómoda por los países vecinos, sino que además promueve que se les trate burocráticamente como a los ciudadanos rusos que viajan o establecen su residencia en Europa. La mayoría de estas personas puede contar rocambolescas historias de cuanto han padecido para obtener visados, cruzar una frontera, solicitar residencia o nacionalidad y el trato discriminatorio que sufren cada vez que tienen que dar cuenta de su procedencia y las razones que le han llevado a buscarse la vida fuera de sus países a las autoridades de cualquier país europeo. A pesar de ello o precisamente para que esto dejara de suceder, en 2004 se iniciaron una serie de movilizaciones que se conocen como la Revolución Naranja y que denunciaban el fraude electoral que había conducido al poder a Viktor Yanukovich, íntimamente ligado a los dictámenes de la Duma, y que apartaba, ya que el veneno no pudo hacerlo, a su rival Viktor Yushchenko, lider socialista prooccidental.
Pasos para ordenar el mundo.
Primero: clasificar.
Todas la noticias derivadas del estallido violento de las manifestaciones en Kiev de los últimos meses, parecen adolecer de una necesidad compulsiva de etiquetar los hechos y a sus protagonistas.
Diez motivos de la revolución ucraniana, cinco claves de la invasión rusa, veinte razones por las que ha estallado el conflicto... La necesidad de encontrar razones para la siempre sinrazón que supone el recurso a la violencia, da rienda suelta a quienes titulan sus artículos aportando realmente poco respecto de la realidad ucraniana. Personalmente me resulta de un atrevimiento obsceno valorar que ha impulsado a un país a llegar al borde de una guerra civil, sin haber vivido en él durante los últimos veinte años y sin poder sentir en carne propia el ver que mientras el resto del mundo evoluciona en todos los aspectos, uno de los territorios más ricos del planeta permanece congelado y condenado al sometimiento de la "Madre Patria" a quien un día no le quedó más remedio que dejarle abandonar el nido pero que no suelta amarras. Rusia ha educado a Ucrania para sentirse permanentemente dependiente de quien dice ser su valedora, cuando en realidad es el gigante ruso quien tiene verdadera necesidad de Ucrania. Pero si de algo han sido expertos todos los líderes del Kremlim es de saber utilizar la propaganda y el terror para que a ninguno de sus imprescindibles satélites se les ocurra salir de la órbita.
Segundo: etiquetar a la población en conflicto
Los manifestantes de la Plaza de la Independencia en Kiev, la Maidan Nezalezhnosti, ya no visten de naranja. Desde el comienzo de las movilizaciones en noviembre de 2013, tras la decisión gubernamental de no firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea, las banderas azules con las doce estrellas doradas, las caras tapadas con mascaras y los cascos de obra pintados de colores han sido los principales distintivos.
Mientras Rusia se esfuerza por calificar a los manifestantes como ultraderechistas, radicales, violentos, terroristas, pagados por occidente y católicos (¡¡¡¿¿¿???!!!), los analistas occidentales se pierden en tratar de distinguir bandos. La necesidad de etiquetar a buenos y malos, distinguir entre lo blanco y lo negro sin contemplar la posibilidad de un espectro incontable de colores, pretende dar solución al problema. En un mundo globalizado solo para algunas cosas, la diversidad se ve mas como fuente de conflicto que como modo de enriquecimiento social y se fomenta la necesidad de dar explicaciones de los motivos de disputa desde la absurda creencia de que lo diferente, si hablamos de personas, no se puede mezclar.
La realidad es que en Ucrania, territorio de historia tan antigua como compleja, las guerras han dejado una diversidad social como no se conoce en ningún país de Europa. Sus casi 45 millones de habitantes hablan múltiples dialectos además del ucraniano y el ruso impuesto por la URSS a fuerza de hambrunas (Holodomor fue de una magnitud semejante al Holocausto Judio pertrechado por los nazis, por más que la historia parezca querer ignorarlo), pertenecen a más de una decena de etnias, y practican tres religiones con distintas peculiaridades que aumentan las variantes.
Sin embargo, es mucho mas sencillo decir que la mayoría tiene razón y son los buenos y las múltiples minorías por el hecho de serlo no la tienen y son los malos. O viceversa según el ángulo desde el que se mire.
Tercero: identificar protagonistas (antiguamente conocidos como líderes).
En Europa desde la crisis económica que ha azotado a todo el planeta, la voz que parece dominar y liderar la UE ha sido la de la Canciller Merkel. Ese ejercicio de liderazgo tan demode se ha visto empañado por seguir pagando por un pasado del que solo fueron responsables sus protagonistas y que les persigue ayende las décadas. Otro de los términos que más se ha utilizado para titular el actual problema ucraniano es el de "Guerra Fría". Para Merkel calificar la posible situación prebélica como "Fría" adquiere un significado literal. Un tubo denominado conducto North Stream surte de gas a Alemania y a la mayoría de los países del este de Europa. El 25% del petroleo que consumen los germanos procede de Rusia. Los precedentes de Putin en cuanto a como "enfriar" sus relaciones con la propia Ucrania o Georgia invitan a preocuparse por la posibilidad de que pueda cerrar la llave. La mandataria alemana no ha podido permitirse la incapacidad de Lady Ashton y desde el primer momento en que Rusia decidio tomar parte activa en la situación política ucraniana trató de buscar una solución junto con Obama al conflicto.
Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, que pese a quien pese sigue siendo la potencia número uno, acomete una vez más el papel de jefe de facto de Naciones Unidas ante la pusilanimidad de Ban Ki Moon. Cada vez que surge un conflicto en cualquier punto del globo y Obama hace unas declaraciones, estas son etiquetadas de amenaza y es que la herencia de su antecesor ha sido una "yankifobia" absurda que cargará en sus espaldas, hasta el fin de sus días como presidente, por más que no haya llevado a cabo ningún tipo de intervención de carácter ofensivo desde 2008 que inició su mandato. Contrariamente a lo que dicen los titulares, emprendió la prometida política de puesta a cero con Rusia, liderada por entonces por Medvedev, viendo ahora como Putin manifiesta su voluntad, ya que Putin, inexplicablemente "no amenaza", de romper incluso los tratados sobre armas nucleares que Obama promovió.
Ignorando ínfimos detalles sin importancia como un cambio en la Constitución Rusa para perpetuarse en el poder, la libre interpretación de los derechos humanos por la que se puede perseguir y asesinar impunemente a quienes se manifiesten contra el gobierno o tengan una tendencia sexual determinada, la financiación de la mayoría de los medios de comunicación para que informen convenientemente a la población cada vez mas pobre de las bondades de sus mandatarios cada vez más ricos y corruptos y alguna que otra nimiedad más como el veto sistemático en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para acabar con la barbarie en Siria, Vladimir Putin ha llegado a ser promovido como Premio Nobel de la Paz y sus actuaciones veneradas por la Comunidad Internacional.
Antes de la huida del legitimo ganador de las elecciones a la Rada ucraniana, cuyos comicios han estado caracterizados por su transparencia y ausencia de manipulación, ya advertía Putin ante la UE que no admitiría intervención alguna en Ucrania, del mismo modo que él cometería una injerencia en la soberanía de cualquier país de la Unión si decidía intervenir en los asuntos de cualquiera de los Veintiocho. Si algo a caracterizado la política exterior de Putin ha sido su defensa de la independencia de la soberanía de los Estados. De este modo, y como viene siendo habitual una vez al año, un jueves se iniciaban unos ejercicios militares en todo el territorio ruso y el sábado casualmente, hombres con uniformes militares sin distintivos en su indumentaria portando armas y banderas rusas, en vehículos militares de matrícula rusa, atraviesan la frontera ruso-ucraniana y se instalan en puntos estrategicos del país encañonado a los militares foráneos.
(Quien todavía no haya percibido la ironia, por favor relea el parrafo con toda la que le sea posible).
Por más que cualquier tipo de norma sea interpretable, por más que la distinción entre combatientes este perfectamente legislada en derecho internacional y derecho humanitario, el sentido común no deja margen para la duda, ¿o si?.
Putin, escudándose en que los americanos y por extensión el mundo occidental, han reinterpretado a su antojo el ordenamiento mundial, y han intervenido para supuestamente llevar la democracia y la paz a terceros países, fueran cuales fueren las causas, siempre injustificables y reprobables, eso sí, se veía en la obligación de defender a los rusoparlantes de Ucrania, esa segunda y tercera generación surgida gracias a una dieta milagrosa a base de pan y agua que llevó a la muerte a unos diez millones de personas. Vladimir Putin no amenaza, defiende sus intereses justificados en razones históricas, políticas, geográficas y defensivas ya que la amenaza de Occidente está siempre presente. (Ruego un poco más de ironía a la lectura de estas últimas frases si cabe mordaz en grado extremo).
Por más que haya utilizado la ironía en párrafos anteriores me niego rotundamente a caer en la falta de verguenza de hacer una posible comparación de lo que puede ocurrir en algunas regiones de Ucrania, como Crimea, con otras pretensiones de reordenamiento político-territorial de otras en Europa. Puestos a comparar no pierdo la esperanza de que en algún momento alguien se de cuenta de la estupidez de intentar mezclar agua y aceite
Cuarto: solucionar el conflicto
Los deseos de paz de la Comunidad Internacional, han llevado a una tensa espera en la que todos imploran en silencio que Putin salga del embrollo en el que se ha metido al invadir un país independiente. Rusia, uno de los cinco con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, apoyado además por China, tiene vía libre para deshacer el entuerto o complicar aún más la situación.
Mientras, el llamado bloque occidental tan criticado por su supuesto despotismo, tiene que contemplar inmóvil, que decide Rusia ya que está atada de pies y manos no solo diplomáticamente sino también socialmente. El conflicto ucraniano, ha dejado patente hasta que punto se ha educado en el pacifismo a la sociedad actual que desprecia a sus líderes, tan criticados por no ejercer un verdadero liderazgo y cuando se tienen que poner el traje de mandar, ya no pueden ni saben liderar nada porque así se les ha pedido. La sombra de la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, tampoco parece motivo para que el malentendido pacifismo comience a llamar a las cosas por su nombre y se admita que existe un auténtico problema en las relaciones internacionales actuales.
Ocurra lo que ocurra, ruego sinceramente se me disculpe la incapacidad de realizar un análisis en la línea habitual del blog. Como ser humano corriente, que lee la prensa e intenta entender que ocurre alrededor, no puedo dejar de pensar en esos 45 millones de personas de un bellísimo territorio llamado Ucrania, tan cerca del que yo habito que tienen que asistir atemorizados al terrible espectáculo de verse una vez más "decidiendo" a base de miedo que va a ser de sus vidas, mientras los buenos hacen de buenos y los malos han conseguido convencer al mundo de que son más buenos incluso que estos.
No hay más ciego que aquel que no quiere ver y las obsesiones traen por defecto unas anteojeras que impiden mirar hacia atrás para poder avanzar teniendo en cuenta caminos distintos a los que se nos obliga a mirar.
Silvia Brasa. 2014
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